Un mensaje en una botella
Esta es otra preciosa colmena de las que componen la colección de nuestro pequeño museo apícola.
Se trata de una colmena fijista de volumen fijo, construida con un tronco de olmo ahuecado. Es una colmena tradicional típica de Madrid.
La forma en que conseguimos esta colmena fue muy curiosa.
Por aquel entonces, estábamos aún en proceso de obtención de los permisos necesarios para construir el Aula Apícola, y el material que íbamos consiguiendo lo guardábamos en el garaje de casa.
Nuestros hijos eran pequeños, y acostumbrábamos a dar pequeños paseos por el campo, por municipios próximos al nuestro. Durante uno de esos paseos, en medio de un retamar, encontramos un colmenar cercado con somieres, formado en su mayor parte por colmenas modernas.
Pero para nuestra sorpresa, ¡en una esquina del colmenar había dos colmenas tradicionales de tronco!. Podrían ser preciosas piezas para nuestro museo apícola. Y además difíciles de conseguir, puesto que en Madrid ya son pocas las colmenas de este tipo que pueden verse.
Así que nos propusimos contactar con el propietario de aquellas colmenas, para ver si podríamos conseguir alguna para el museo.
No teníamos medio de contactar con él, así que lo que se nos ocurrió fue dejarle un mensaje. Escribimos una notita en un trozo de papel contándole que estábamos reuniendo material para hacer un pequeño museo familiar de apicultura, y que estábamos interesados en una de aquellas colmenas, si él estaba dispuesto a deshacerse de alguna. Escribimos nuestro teléfono, metimos la notita en un frasco de cristal que encontramos tirado por el campo, y lo dejamos encima de una de sus colmenas.
Por supuesto, no teníamos muchas esperanzas de recibir siquiera respuesta. Por eso, nuestra sorpresa fue mayúscula cuando, bastantes meses después, recibimos la llamada de teléfono de una persona que decía haber encontrado nuestra nota. Nuestra sorpresa, y desde luego nuestra emoción. La voz era la voz de alguien ilusionado por el tema, y que inmediatamente se mostró encantado de regalarnos una de aquellas colmenas.
Así que varios días después volvimos a aquel pueblo, y allí nos recibió un apicultor ya mayor, que conservaba aquellas colmenas de recuerdo.
Estaba encantado de conocer el proyecto que teníamos entre manos, y le ilusionaba saber dónde acabaría aquella vieja colmena Él mismo nos llevó en su todoterreno hasta el colmenar, donde nos dejó elegir la colmena que quisimos.
Es una de esas colmenas con una historia “especial” que hoy conservamos en el museo apícola del Aula, junto con el recuerdo de cómo fue conseguida, y de la persona que generosamente la donó para nuestro museo.
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