Peripecias de un apicutor novato (II)

Episodio segundo. La primera colmena.

De manera que me encontré con el enjambre que había visto mi madre colgado de una rama de la higuera. Yo no sabía qué hacer con él, pero mi madre estaba allí entusiasmada para orientar mis primeros titubeos y no dejarme flaquear. Estaba  segura de haber vencido mi resistencia y, aunque bien a mi pesar, fue en aquel momento cuando comenzó mi aventura de apicultor.

-Tienes que buscar unas tablas para hacer una colmena –me dijo-. Cuando las tengas, yo te diré cómo hacerla.

Yo no veía manera de encontrar unas tablas. Así que no se me ocurrió mejor idea que arrancarlas del tablado del pajar, que había sobre el establo de las vacas. Es lo que se dice “desnudar un santo para vestir otro”. Mi madre dedujo inmediatamente la procedencia, pero, ilusionada por convertirme en apicultor, hizo la vista gorda. Con un viejo serrucho corté las tablas como ella me iba indicando, las clavé entre sí haciendo una especie de cubo y, siguiendo sus instrucciones, le coloqué las dos crucetas interiores. Y a última hora de la tarde el enjambre ya estaba a buen recaudo. Me sorprendió la facilidad con que aquel montón de abejas se fue acomodando ordenadamente en la nueva colmena.

colmena rustica

colmena tradicional de tablas

En septiembre de aquel año, ya pudimos probar los primeros panales de la nueva colmena. Os aseguro que sentí un orgullo extraño, desconocido, al poder ofrecer a mi familia la miel de mi cosecha. Mi madre me observaba con un gesto de orgullo en su cara, porque estaba segura de haberme convertido para la causa. Aquella rústica colmena permaneció al lado de la higuera todavía un par de años, como testigo y memoria de mi conversión.

Pero mi desconocimiento de las abejas continuaba siendo total. De manera que comencé a solicitar a las editoriales cuantos tratados de apicultura tuvieran en sus catálogos. Así fueron llegando: “La Abeja y la Colmena” de Langstroth,  “ABC y XYZ” de Root,  “La colmena Dadant” de Ch. Dadant, “La Colmena rascacielos” de M. Dugat, “El cuidado de las abejas” del P. Lacassia, y tantos otros que ya ni recuerdo.

Consecuencia de los conocimientos de estos libros, fue el descubrimiento de la colmena moderna, hasta comprender que, si pretendía conseguir algo positivo, tenía que seguir las técnicas movilistas. Localicé una Casa de material apícola en Madrid, “La Moderna Apicultura”, de la que por cierto me hice un cliente asiduo. De allí recibí por ferrocarril un ejemplar de su colmena “La Perfección”, que me serviría de modelo para la construcción de otras cincuenta más. Esto, a pesar de mi entusiasmo o tal vez por exceso de celo, me supuso innumerables quebraderos de cabeza…

 Pero de ellos os hablaré otro día, si creéis que vale la pena.

José Núñez López

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