Peripecias de un apicultor novato. Colmena rascacielos

Episodio undécimo: “Rascacielos con ocupas”.

Después de varios años manipulando las abejas, había adquirido relativa experiencia y me consideraba capacitado, eso era lo que yo me creía, para cualquier tipo de apicultura intensiva o novedosa. Al mismo tiempo, contaba ya con un elevado número de colmenas, lo que me permitía arriesgar con nuevas técnicas por más que en el intento tuviera que sacrificar algunas unidades. Cree la gallina que por tener alas ya puede volar.

La colmena rascacielos del Padre Dugat.

De tiempo atrás, venía recibiendo catálogos de la editorial Gustavo Gili de Barcelona. Hojeando uno de ellos, descubrí el tratado del Padre Dugat “La Colmena Rascacielos”. La ilustración de la cubierta del libro me entusiasmó. Antes de quince días ya lo tenía en mis manos y, tras leerlo y releerlo con gran interés, aquella primavera me dispuse a llevar a cabo la experiencia. Elegí tres colmenas de las más fuertes y, siguiendo paso a paso las técnicas del libro, inicié la superposición de las mismas separadas por los respectivos excluidores. Al cabo de unos veinte días, aproximadamente, ejércitos de abejas entraban y salían en bandada por las respectivas piqueras, de manera que parecían atropellarse unas a otras. En comparación con el resto de las colmenas, la actividad resultaba impresionante.

Colmena rascacielos

Debo reconocer que la manipulación de las colmenas por el sistema Dugat requiere grandes esfuerzos. No obstante, yo era joven y, siguiendo las pautas del libro, la cosa funcionaba al pie de la letra, nunca mejor dicho, de manera que fui intercalando sucesivas alzas. Aunque nuestra zona no se puede considerar una región altamente melífera, recuerdo que llegué a incorporar seis, lo que venía a demostrar la efectividad del método Dugat y me hacía suponer una magnífica cosecha. Cuando consideré que estaba próxima a iniciarse la floración principal, puse el rascacielos en orfandad. A los pocos días, aquello parecía una especie de overbooking y las piqueras abiertas al 100% no eran suficientes para el ajetreo de las pecoreadotas, viéndome en la necesidad de ampliar las entradas intercalando pequeños listones entre las alzas.

Todo me hacía suponer que me aguardaba una  magnífica cosecha y me imaginaba la miel chorreando de los atiborrados panales. Siguiendo una vez más las pautas de Dugat, a la hora de la cata, retiré las alzas a un extremo del colmenar. Los panales, efectivamente, se hallaban a tope. A la mañana siguiente, las pecoreadoras deberían haber regresado a la colmena base y los panales se hallarían prácticamente limpios de abejas, lo que me facilitaría su traslado a la sala de extracción.

Pillaje en el rascacielos

Aquí vendría bien aquello de “El hombre propone…” El día siguiente me correspondía libre, pero por indisposición de un compañero, tuve que sustituirlo. Al recibir el aviso, creo que presentí la catástrofe. Efectivamente, cuando por la tarde me acerqué a ver lo sucedido, me llamó la atención una revolución extraña en el ambiente y pude comprobar con enorme disgusto que el peso de las alzas había mermado considerablemente. Alguien se había encargado de expoliar mis reservas de miel y hacer inútiles los esfuerzos dedicados a tan arriesgada aventura. Jamás me hubiera imaginado la capacidad de saqueo de las pilladoras. No volví a repetirlo nunca más.

José Núñez López, septiembre 2.014

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