Peripecias de un apicultor novato (VI). Beneficios de la polinización.

Sexta entrega de las memorias de un veterano apicultor, en un pueblo de Galicia.

Las peripecias de un apicultor novato. Episodio sexto. Beneficios de la polinización.

Os había anticipado que, tras mi tropiezo a causa del pillaje, me esperaba otro nuevo contratiempo. Llevaba instalado apenas un año mi colmenar. Pero un mes antes de nacer mi primera hija, tuvimos ocasión de cambiarnos para otra vivienda que reunía mejores condiciones de habitabilidad. El propietario de la anterior, que a su vez era el dueño del terreno que ocupaban mis colmenas, contrariado por la pérdida del alquiler, me ordenó que desocupara inmediatamente su terreno. Era mal momento para hacer el traslado las colmenas, pues mediaba el mes de abril y las abejas se hallaban en plena efervescencia. Recuerdo que a duras penas pude demorar el traslado hasta el próximo  invierno.

Algunos años atrás, habíamos comprado una finca en las inmediaciones del pueblo, que, tras varias tentativas de explotación, habíamos terminado plantándola de cerezos, pues por entonces la cereza se cotizaba a buenos precios. Circunstancialmente, el verano anterior también había comprado un R-6, que, como es bien conocido, era uno de esos coches convertibles, que se adaptaban fácilmente a diversas funciones.

En la cabecera de mi finca existía una pequeña hondonada protegida del norte por una vieja pared y algunos viejos árboles, lo que hizo que me pareciera adecuada para situar mis colmenas. Ante el apremio del contrariado propietario del anterior terreno, decidí efectuar el traslado de las mismas. Mi R-6 me facilitaría sobre manera las cosas y, como contaré en sucesivos episodios, sería también mi transporte para las operaciones de la cata y distribución de las futuras cosechas de miel… Ah, y sin olvidar, para los viajes de vacaciones a las playas de Galicia con toda mi familia. Y digo toda, porque, sin tardar muchos años, terminamos siendo familia numerosa.

Así que, durante invierno siguiente y con no pocas dificultades, fui trasladando con mi flamante coche una tras otra las veintitantas colmenas a mi propia finca. Entonces ¿por qué negarlo? como apicultor me sentía orgulloso de mis logros. Mi finca, mis colmenas, mi coche… En primavera, cuando los cerezos se cubrían de flor, observaba entusiasmado la actividad de mis abejas y estaba seguro de que, a la vez que facilitaban la polinización de los jóvenes cerezos, almacenaban la miel que me regalarían al final del verano.

Polinización de un cerezo

Creía que, en mi faceta de apicultor, había comenzado para mí una etapa tranquila, un tanto bucólica, de ésas que cuentan ciertos autores en los libros especializados. Pero no fue así. No quiero suponer injustificadas envidias, pero sin tardar mucho comenzaron a surgir las protestas de ciertos vecinos, alegando que las abejas les resultaban peligrosas. Poco importaba que les hablara del beneficio de la polinización, pues aquellas gentes no habían llegado a comprender lo que eso significaba para sus campos y huertos.

A consecuencia de esta oposición, tuvo lugar una anécdota un tanto curiosa, que os contaré en el próximo episodio.

José Núñez López, mayo 2014

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