Peripecias de un apicultor novato. Fabricación de colmenas.

Episodio décimo: “La máquina de serrar”.

A  medida que iba ampliando el colmenar, veía que las reservas de  material se me iban agotando. Necesitaba reponerlo. Por entonces aún no existían en la comarca tiendas especializadas en material apícola y pedirlo a Madrid, a La Moderna Apicultura, me resultaba excesivamente caro y no me lo podía permitir. Tampoco lograba encontrar por la zona carpinteros que se comprometieran a cortarme las maderas para las colmenas, pues comenzaba el boom de la industria pizarrera y en las carpinterías lo que primaba era la construcción de embalajes para la exportación, que les  proporcionaba grandes beneficios.

Entonces, no sé por dónde ni de qué manera, llegó a mis manos un catálogo de maquinaria de carpintería de una fábrica de Sabadell. ¿Debería pensar que fue de nuevo el azar? Entre su listado figuraba una pequeña máquina de serrar. Inmediatamente me puse en contacto con dicha casa, pero su precio me resultó inasequible. No obstante, me indicaron que tenían una delegación en Ponferrada, RODAMÓVIL concretamente, en donde podía ver el modelo en la realidad. Ni corto ni perezoso, una tarde me desplacé hasta allí y, tan sólo verla,  me di cuenta de que era lo que yo necesitaba.

No conseguía quitármela de la cabeza. Después de mucho pensarlo, me dije: “¿Por qué no puedo construir yo una similar?” Lapicero y cuaderno en mano, volví de nuevo a la tienda, y fingiendo un interés de compra, fui observándola detenidamente y reteniendo en mi memoria fotográfica cualquier mínimo detalle de aquella joya. Con la promesa de pensarlo mejor, abandoné la tienda e inmediatamente me metí en la cafetería más próxima, me acomodé en una mesa, abrí mi cuaderno y comencé a dibujar cuanto era capaz de recordar. Al cabo de una hora, tenía un croquis bastante parecido a lo que acababa de ver hacía unos instantes y regresé para casa con aquel dibujo como si trajera el plano de un oculto tesoro. Su construcción fue cuestión de muchos cálculos, ajustes y no menos paciencia, pero, cuando la hice girar por primera vez, sentí lo que creo que debió de sentir Víctor Frankenstein, cuando vio dar los primeros pasos al monstruo que acababa de crear.

Sierra para fabricación de colmenas

La vieja sierra de construcción casera

El taller de fabricación de colmenas

Al lado de la sala de extracción, existían otras dos habitaciones. En una instalé la máquina y en la tercera un pequeño taller, en donde terminaba de armar los cuerpos de colmena y alambrar los cuadros. El hecho de poder construir yo mismo mis colmenas, hacía que cada año tuviera reservas de cuerpos, fondos, tapas y cuadros, lo que me permitía disponer de material suficiente para las alzas o la captura de enjambres. A partir de ahora  era autosuficiente y tan sólo tenía que adquirir las láminas de cera. Para el abastecimiento de éstas, el cerificador solar fue otra soluc

A partir de entonces, aquella máquina fue mi gran colaboradora. Me facilitó el corte y cepillado de la madera necesaria para construir mis propias colmenas y seguir  ampliando mi colmenar. Todavía hoy, después de más de cuarenta años, continúa funcionando y personas tengo en mi familia que la utilizan de vez en cuando y me agradecen su disponibilidad. Por eso, cuando se me ocurre comentar que no es más que un trasto y que debería deshacerme de él, inmediatamente se pone en pie de guerra la  oposición familiar. Así que ahí continúa, esperando quién sabe qué.

José Núñez López, agosto 2014

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