Peripecias de un apicultor novato (I)

Como sabréis si leéis de vez en cuando nuestro blog, desde hace unas semanas el padre de Clara, Pepe, nos está ayudando con las tareas de acondicionamiento de nuestro Huerto Escolar. Quizás estemos abusando un poco de su buena disposición a colaborar con nosotros y de su afición a escribir (aunque sabemos que en el fondo le hace ilusión), y le hemos pedido que nos cuente también sus experiencias como apicultor, que lo fue y durante muchos años en su Galicia natal. Este, es el primero de sus relatos.

Peripecias de un apicultor novato

Episodio primero.

Yo he sido apicultor durante más de cuarenta años, y ahora mis hijos, Clara y Nacho, me han pedido que cuente mis peripecias de principiante. Tengo 80 años y dicen que a esta edad nos gusta rememorar nuestras aventuras del pasado, porque creemos que han sido excepcionales. No es éste mi caso, pues más bien creo que las mías pertenecen  al común de los mortales. Aún así, os cuento.

Jamás se me había pasado por la imaginación dedicarme a la apicultura. Pero no porque mi madre dejara de recordarme de cuando en cuando que en su familia siempre había habido alguien que se dedicara al cuidado de las abejas. Me hablaba con frecuencia de su tío Joaquín, que fuera maestro y había tenido colmenas, hasta que un accidente lo dejó inválido y hubo de abandonar profesión y colmenas. Recuerdo que algunas veces hasta me llevaba al terreno del viejo colmenar y me mostraba restos de corchos y maderas en descomposición, que habían pertenecido a las antiguas colmenas. Creo que trataba de inocularme el veneno de la apicultura, aunque, muy a pesar suyo, no lograba hacer mella en mi desinterés.

Pero, cuando menos lo esperaba, intervino el azar. Tenía yo veintitrés años y trabajaba en las oficinas de una Empresa, que estaba construyendo en nuestro pueblo una central hidroeléctrica. Era el mes de abril y calentaba ya la primavera. Cuando regresaba a casa después del trabajo, mi madre me esperaba en la puerta mostrando en su cara gran excitación. Tomándome de la mano, me acercó a la vieja higuera que había al fondo del huerto.

-Mira, Pepe –me dijo emocionada-, mira lo que cuelga de esa rama….

-Y ¿qué es esto, madre? –contesté mientras contemplaba aquella bola negra.

-¡Un enjambre, no lo ves, hijo, un enjambre enorme! –trató de aclararme.

-Y ¿qué quieres que haga yo con él, madre? –le pregunté un tanto desconcertado.

-Hay que hacer una colmena, pues no podemos dejarlo escapar. Los enjambres levantan el vuelo al día siguiente, nada más que calienta el sol…

Acababa de recibir la primera lección de apicultura por parte de mi madre y aquella noche me costó coger el sueño, pensando en cómo salir de aquel enredo. Pero, sin que yo me diera cuenta, ella ya me había clavado el primer aguijón de los muchos que habría de soportar a lo largo de mi actividad de apicultor…

En el próximo relato os contaré cómo di forma a la colmena que quería mi madre.

José Núñez López

enjambre como el hallado por el apicultor novato

 

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